Es muy posible que un cambio de temperatura o un día ventoso hayan cambiado tu humor.
Puede ser perfectamente normal, ya que el 30% de las personas son sensibles a los cambios atmosféricos, lo que se conoce como “meteorosensibles”. En efecto, la luz y los cambios de clima influyen en el organismo humano mucho más de lo que pudiera parecer.
Científicamente está demostrado la relación entre el viento seco y cálido con las cefaleas, el nerviosismo o los estados de excitación. Decían nuestros abuelos que “el viento norte afectaba a los locos”. Cuando no soplan con violencia, se les considera en general como saludables, porque contienen iones de carga negativa, que tienen acción revitalizante y vuelven vivarachas y alertas a las personas.
Cuando son violentos y duraderos, resecan la piel y los pulmones, dificultan la respiración, irritan el sistema nervioso y acentúan los dolores reumáticos.
Las regiones donde sufren tales vientos son desaconsejables a las personas hiperexcitables, espasmódicas, tuberculosos pulmonares, insomníacos, jaquecosos, asmáticos, bronquíticos, reumáticos y cardiacos.
Pues bien, las caídas de presión atmosférica y el paso de frentes fríos están relacionados con problemas coronarios. Uno de los factores que más inciden en la salud son la escasez de horas de luz. Fue en 1984 cuando por primera vez se utilizó el término “trastorno efectivo estacional”(TAE) para describir una depresión influida por las estaciones del año, especialmente el invierno.
Algunos de los sintomas son los cambios de ánimo, las migrañas, la irritabilidad y la falta de apetito sexual. Esto es mucho más notorio cerca de los polos donde los días son más cortos.
La medicina ha dado respuesta a este fenómeno y se lo conmoce como climoterapia antidepresiva, sabiendo que los cambios climáticos afectan a nuestros mecanismos neuroquímicos.
España es uno de los países líderes en este tipo de investigaciones. En 1989 se llevó a cabo la primera unidad de luminoterapia, utilzando lámparas que emiten luces que suplantan la solar en una sala, mostrando de este modo como repercute en el ánimo de los pacientes depresivos.
En regiones como el Canadá, los cazadores recorren los distintos puntos donde tienen colocadas sus trampas, con temperaturas a menudo inferiores a los 34 grados bajo cero, sin más inconvenientes que el enfriamiento de sus mejillas y de su nariz. Pero si hace viento, ninguno de ellos se atrevería a abandonar su cabaña aunque, siendo menos fría la temperatura, el termómetro marque 20 grados bajo cero.
En las regiones habitadas del planeta donde más sopla el viento es en las que se desarrolla la mayor actividad humana. Son regiones que convienen particularmente a personas deprimidas, deficientes, estresadas, convalecientes, anémicas y linfáticas, es decir, a todas las que, poseyendo un sistema nervioso y un aparato cardiovascular o respiratorio en buen estado, necesitan sin embargo ser estimuladas.
Cómo afrontar los efectos del clima y el tiempo en la salud constituye un reto que se multiplica si entra en el escenario un fenómeno tan impactante como el cambio climático. Mucho más si tenemos en cuenta que la temperatura en el planeta está superando marcas históricas, tanto es así que 2016 ha sido el año más caliente desde que se tienen registros en 1880.