Aunque nos parezca que los anticonceptivos son algo reciente en nuestra historia, no hay nada más lejos de la realidad. Antiguas civilizaciones utilizaron diversos tipos de anticoncepción, ,muchas veces alocadas y otras cercanas a la posibilidad.
En el Antiguo Egipto, las primeras recetas aparecen en el Papiro Petri en el 1850 a.C. y consistÍan en insertar en la vagina, una pasta fabricada con savia a la que se agregaba excrementos de cocodrilo. Seguramente el éxito radicaba en que alejaba a los hombres…También el Papiro Ebers ofrece soluciones, como por ejemplo, humedecer hilaza con miel e introducirla en la mujer, luego del acto.
Desde el mundo Clásico nos llegan métodos bastante llamativos, como por ejemplo el de Soranus de Efeso, un médido que vivió en el siglo II a.C, y que ofrecía recetas diferentes. La primera era beber tras el coito el agua empleada en las herrerías para enfriar el hierro candente. Obviamente esto no era nada bueno para la salud, pero tal vez daba resultado. La segunda receta consistía en que , tras la relación sexual, la mujer debía ponerse en cuclillas y estornudar reiteradamente, y para asegurarse saltar siete veces seguidas. Para una relación de infidelidad, no era aconsejable, ya que era demasiado ruidosa…
También contaban con otro método y era algo muy parecido a la píldora del día después. El silfio era una planta que crecía cerca de Cirene, en la actual Libia, a la que se le atribuyen diversas cualidades. Una de sus cualidades era el tratamiento abortivo y fue tal su demanda que el silfio, se extinguió a fines del Siglo I.
El Imperio Romano era otra cosa. Plinio el Viejo detalla en su Historia Natural y recomendaba dos métodos anticonceptivos. Una mezcla de aceite rancio, miel, oliva y resina de cedro. También una bola de lana empapada en vino o una sustancia disuelta en corteza de pino para que la textura quede gomosa. El trámite debía hacerse algunas horas antes de tener ralaciones, lo cual se complicaba si la excitación llegaba de improviso.
En la obra “Ginecología” de Sorano declara que estaba totalmente en desacuerdo con utilizar amuletos para evitar embarazos. El más extraño de todos era uno que se fabricaba con una especie de araña determinada, envuelta en piel de ciervo. Este amuleto se lo debía colgar la mujer antes de la salida del sol. No se sabe si funcionaba o no, pero seguramente era eficaz, sobre todo cuando el varón… cambiaba de rumbo y no aparecí.